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Las Locas, un dulce típico Malagueño


Las locas de Málaga. El nombre ya apunta maneras. Y no hablamos de un bar de la Nogalera ni del extinto Sanatorio de San José. Nos referimos al dulce genuino de la Costa del Sol.

Este pastel, sencillo y bueno, viene de la mano de Tejeros  una de las grandes familias de confiteros de Málaga.

En los tiempos del hambre, una mujer trabajadora y valiente llamada Ángeles, decidió convertir la sencilla cocina de su casa en la pedanía “Camino de los almendrales” en un pequeño obrador en el que, con harina de estraperlo elaboraba bollos y freía rosquillas y borrachuelos para posteriormente venderlas en las lecherías y en los antiguos despachos de pan que había en los barrios clásicos de Málaga.

 

José Ruiz, un niño, acompañaba a su madre en estos menesteres y con los años fue aprendiendo el oficio más puro que jamás en la vida puede existir que es aquél que te enseñan tus padres.

Pasa el tiempo y gracias al esfuerzo y dedicación de la gente trabajadora, lo que al principio comenzó como un salvavidas acaba siendo un obrador reconocido. En la Victoria y Capuchinos comienza a oler muy bien y de los hornos de leña y los peroles salen torrijas, bizcochos y pestiños dando dulzura a cambio de muy poco a la gente más sencilla –que por aquella época era la mayoría-.

Aparece en escena Eduardo Rubio, jugador del Club Deportivo Málaga, que tiene la suerte de conocer “Mari Tejeros y Pepe Ruiz” con la que consigue crear las sinergias suficientes para cumplir un objetivo principal: elevar el nivel y la calidad de los dulces que los malagueños degustaban.

Eran años complicados y –aunque haga poco tiempo de aquello- no hace muchas décadas, en Málaga se padecía una de las pobrezas más dolorosas que existen y es aquella que afecta a la clase media. Si ahora no te va mal, puedes ir tirando con soltura y tener un refugio para ser medianamente feliz. Hace unos años, en Málaga, si no te iba mal la cosa, era señal de que podías comer, dormir y vivir en condiciones dignas.

 

Por aquellos tiempos, los dulces a los que accedían la mayoría de los malagueños eran básicos y puede que algo bastos. Nada que ver con la actualidad y es que la pastelería fina era del todo inaccesible para la mayoría. Un buen dulce era un lujo exclusivo para las clases acomodadas mientras que la gente sencilla se conformaba con tortas y pastas secas que tenían en una almendra tostada por encima el toque de distinción.

Ante esta circunstancia, se crea un pastel distinto que hace que cambie por completo la visión de los dulces para los malagueños. Dos discos de hojaldre, una crema pastelera y un glaseado naranja por encima coronado con media guinda son los elementos con los que se crea la torta loca. Todo sencillo y barato, incluido el glaseado que aunque parezca lo contrario, no era yema de huevo sino un glaseado de azúcar que resultaba mucho más barato. Casualidades de la vida, esa yema que no era yema provenía de Cataluña –dónde si no-.

A finales de los años setenta en Málaga este dulce triunfa. Los padres llegan a su casa con un papelón con tortas locas, fresquitas y cremosas. Han pasado de una torta más seca que el ojo de un peluche a un dulce con crema y el color más llamativo del mundo. Pero faltaba la denominación y llegó una canción que causó sensación: “A lo loco se vive mejor“. Y de ahí el nombre de esta institución culinaria malacitana.

El matrimonio de trabajadores honrados consiguLas locas de Málaga. El nombre ya apunta maneras. Y no hablamos de un bar de la Nogalera ni del extinto Sanatorio de San José. Nos referimos al dulce genuino de la Costa del Sol.

 

Este pastel, sencillo y bueno, viene de la mano de Tejeros  una de las grandes familias de confiteros de Málaga.

 

 

En los tiempos del hambre, una mujer trabajadora y valiente llamada Ángeles, decidió convertir la sencilla cocina de su casa en la pedanía “Camino de los almendrales” en un pequeño obrador en el que, con harina de estraperlo elaboraba bollos y freía rosquillas y borrachuelos para posteriormente venderlas en las lecherías y en los antiguos despachos de pan que había en los barrios clásicos de Málaga.

José Ruiz, un niño, acompañaba a su madre en estos menesteres y con los años fue aprendiendo el oficio más puro que jamás en la vida puede existir que es aquél que te enseñan tus padres.

 

Pasa el tiempo y gracias al esfuerzo y dedicación de la gente trabajadora, lo que al principio comenzó como un salvavidas acaba siendo un obrador reconocido. En la Victoria y Capuchinos comienza a oler muy bien y de los hornos de leña y los peroles salen torrijas, bizcochos y pestiños dando dulzura a cambio de muy poco a la gente más sencilla –que por aquella época era la mayoría-.

 

Aparece en escena Eduardo Rubio, jugador del Club Deportivo Málaga, que tiene la suerte de conocer “Mari Tejeros y Pepe Ruiz” con la que consigue crear las sinergias suficientes para cumplir un objetivo principal: elevar el nivel y la calidad de los dulces que los malagueños degustaban.

 

Eran años complicados y –aunque haga poco tiempo de aquello- no hace muchas décadas, en Málaga se padecía una de las pobrezas más dolorosas que existen y es aquella que afecta a la clase media. Si ahora no te va mal, puedes ir tirando con soltura y tener un refugio para ser medianamente feliz. Hace unos años, en Málaga, si no te iba mal la cosa, era señal de que podías comer, dormir y vivir en condiciones dignas.

 

Por aquellos tiempos, los dulces a los que accedían la mayoría de los malagueños eran básicos y puede que algo bastos. Nada que ver con la actualidad y es que la pastelería fina era del todo inaccesible para la mayoría. Un buen dulce era un lujo exclusivo para las clases acomodadas mientras que la gente sencilla se conformaba con tortas y pastas secas que tenían en una almendra tostada por encima el toque de distinción.

 

Ante esta circunstancia, se crea un pastel distinto que hace que cambie por completo la visión de los dulces para los malagueños. Dos discos de hojaldre, una crema pastelera y un glaseado naranja por encima coronado con media guinda son los elementos con los que se crea la torta loca. Todo sencillo y barato, incluido el glaseado que aunque parezca lo contrario, no era yema de huevo sino un glaseado de azúcar que resultaba mucho más barato. Casualidades de la vida, esa yema que no era yema provenía de Cataluña –dónde si no-.

 

A finales de los años setenta en Málaga este dulce triunfa. Los padres llegan a su casa con un papelón con tortas locas, fresquitas y cremosas. Han pasado de una torta más seca que el ojo de un peluche a un dulce con crema y el color más llamativo del mundo. Pero faltaba la denominación y llegó una canción que causó sensación: “A lo loco se vive mejor“. Y de ahí el nombre de esta institución culinaria malacitana.

 

El matrimonio de trabajadores honrados consigue con el tiempo aglutinar a buen grupo de pasteleros jóvenes a los que forman para convertirse en profesionales de primer nivel y es en la victoriana calle Tejeros –qué casualidad- en la que desarrollan gran parte del proyecto que hoy es el Obrador de Confitería Tejeros. Llegan nuevos productos y materias primas de toda Europa y comienzan a salir nuevos dulces a las calles de Málaga.

 

Con el nuevo milenio Tejeros necesita ampliar sus instalaciones pero cuenta con una premisa innegociable: Del barrio de la Victoria no se sale. Y así fue. Y así es. Fuente Olletas se convierte en el World Trade Center de las Tortas Locas.

 

Esa es la historia de este dulce genuino que traspasa fronteras. Que se envía a medio mundo para regalar Málaga a aquellos que llevan su ciudad más allá del golpe de pecho y el ataque al de fuera.e con el tiempo aglutinar a buen grupo de pasteleros jóvenes a los que forman para convertirse en profesionales de primer nivel y es en la victoriana calle Tejeros –qué casualidad- en la que desarrollan gran parte del proyecto que hoy es el Obrador de Confitería Tejeros. Llegan nuevos productos y materias primas de toda Europa y comienzan a salir nuevos dulces a las calles de Málaga.

Con el nuevo milenio Tejeros necesita ampliar sus instalaciones pero cuenta con una premisa innegociable: Del barrio de la Victoria no se sale. Y así fue. Y así es. Fuente Olletas se convierte en el World Trade Center de las Tortas Locas.

 

Esa es la historia de este dulce genuino que traspasa fronteras. Que se envía a medio mundo para regalar Málaga a aquellos que llevan su ciudad más allá del golpe de pecho y el ataque al de fuera.


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Comentarios: 1
  • #1

    Mari Carmen (viernes, 17 diciembre 2021 13:11)

    A mis es algo que me encanta además cada vez hay más tipos y variedades .